FENACODEP

Federación Nacional de Comerciantes Detallistas de Provisiones

Por Wilfredo Medina

Los dominicanos han ganado la reputación de ser de las personas más amistosas que se pueden conocer. Destilan pasión en la velocidad a la que hablan, en la forma en que visten y bailan, y en el abrazo a su prójimo, ya sea vecino o visitante. Su energía explosiva podría explicarse en la mezcla de raíces taínas, africanas y europeas.

Aunque otras comunidades europeas, asiáticas y de Oriente Medio, han influido y enriquecido el paisaje cultural de República Dominicana desde el siglo XIX, convirtiendo a la población y la cultura, en un fascinante mestizaje.

Esas numerosas influencias se manifiestan a través de las regiones en la comida, la música, las celebraciones y las costumbres.

Orígenes Taínos

Los primeros habitantes del territorio que hoy ocupa República Dominicana fueron los valientes y hábiles indígenas, Taíno-Arawak, que se establecieron por primera vez en la isla, mucho antes de la llegada de Cristóbal Colón y los españoles.

Los taínos tenían múltiples reinos, cada uno gobernado por un jefe o cacique, y coexistían pacíficamente. Hubo varios valientes líderes taínos que se rebelaron contra la colonización y esclavitud española. El Cacique Caonabo, de la región de Samaná, fue el primero en dirigir una revuelta.

Los taínos practicaban una agricultura compleja, pero también eran artesanos talentosos y creían en el poder medicinal de las plantas y los remedios naturales.

Debido a la extensa explotación a que fueron sometidos por los europeos, mediante el sistema denominado de encomiendas y a las enfermedades que trajeron del viejo continente, desaparecieron en poco tiempo.

Hoy en día, su único vestigio se ubica en las cuevas donde dejaron pictografías y petroglifos, principalmente en Samaná, Bayahíbe, San Cristóbal y Enriquillo, al igual que los distintos museos alrededor del país, en especial el Museo del Hombre Dominicano, en Santo Domingo y,  el Museo Arqueológico Regional Altos de Chavón en La Romana.

Inmigrantes

La naturaleza acogedora de República Dominicana, junto con los acontecimientos históricos, ha dado lugar a que varias comunidades migrantes se establezcan y se mezclen con la diversidad cultural del país. Algunos son bastante recientes, mientras que otros se establecieron en los siglos XIX y XX.   

Sosúa, por ejemplo, cuenta con una comunidad judía, debido a los aproximadamente 600 judíos que llegaron entre 1940 y 1945, escapando de la persecución Nazi durante la Segunda Guerra Mundial, gracias a las visas ofrecidas por el gobierno dominicano.

Existe un museo judío en Sosúa que conmemora su viaje y contribuciones a las industrias de carnes y lácteos en la costa norte del país.

En la región Este, en San Pedro de Macorís, están los Cocolos, afro-descendientes de las islas vecinas del Caribe de habla inglesa como Tórtola, Antigua y St. Vincent, entre otras, quienes emigraron a República Dominicana a finales el siglo XIX. Trabajaron como obreros y técnicos en la industria azucarera dominicana.

En Samaná, los descendientes de afroamericanos estadounidenses liberados que se trasladaron a República Dominicana en el siglo XIX siguen practicando su religión y sus rituales.

En Constanza, situada en las montañas del centro del país, se encuentra   la comunidad japonesa en y comunidades francesas e italianas en la península de Samaná.

República Dominicana también cuenta con una pequeña, pero sólida comunidad libanesa, siria y palestina, que emigró del Imperio Otomano a principios del siglo XX. Poco a poco se integraron a la cultura dominicana, ascendiendo a altos rangos políticos.

Todos estos grupos han contribuido en gran medida al crecimiento y la composición cultural de República Dominicana, reflejado en la comida, la cultura y los eventos en todo el país.

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