FENACODEP

Federación Nacional de Comerciantes Detallistas de Provisiones

Por Wilfredo Medina

La cotidianidad de los dominicanos registro cambios significativos desde marzo del pasado año hasta la fecha.

Ya la vida no es igual que antes. Y todo parece indicar que habrá que esperar mucho tiempo para volver a lo que era nuestra normalidad.

Esos cambios llegaron sin que nadie los planificara o previera, porque los trajo un intruso invisible: el coronavirus.

Por naturaleza, a los caribeños nos gustan los canes, y en eso sobresalimos los dominicanos. Hacer fiestas, bailar hasta el amanecer, aunque sea en un parque o terraza, disfrutar hasta la noche las playas y balnearios, entre otros lugares.

Pero las restricciones impuestas por las autoridades para contener la propagación masiva de la COVID-19, lo ha cambiado todo.

Nunca antes, en el país se había impuesto un toque de queda tan prolongado, ya de casi un año, que obliga a la mayoría de la gente a entrar a sus hogares mucho antes de lo acostumbrado.

Renunciar a todos esos beneficios que nos permite un clima cálido que se mantiene durante todo el año como no es lo único que ha cambiado en la cotidianidad criolla.

Hay muchas otras cosas que también han desaparecido de nuestra forma de ser como el cálido abraso a un amigo, el apretón de mano, la cercanía hasta entre padre e hijos y nietos, la ha prohibido el coronavirus.

Otro de los cambios que más se sienten a diario son los interminables tapones en avenidas, calles y hasta en callejones de barrios, porque la gente le huye al toque de queda como “El Diablo a la Cruz”.

Son muchas las formas en que la vida ha cambiado, pero hay otra que no se puede olvidar y, es el uso obligatorio de la mascarilla en espacios públicos, algo que solo se veía en los odontólogos y personal de salud en operaciones quirúrgicas.

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